Finalizando noviembre y tras 31 biografías previas estoy sorprendido de haber tardado tanto en destacar la figura artística de Paco de Lucía y, evidentemente, de hoy no pasa. Francisco Sánchez Gómez, “Paco de Lucía”, nació en Algeciras en 1947 y falleció en Playa del Carmen (México) en 2014, con 66 años.

La inmersión de Paco en la música fue por decisión paterna. Su padre, Antonio Sánchez, había sido guitarrista profesional y enseñó a sus hijos la técnica y el espíritu de la guitarra, movido más por la necesidad de dotarles de un potencial medio de vida, ante las estrecheces económicas familiares para facilitar su formación universitaria, que por propia convicción de desarrollar un talento aún no detectado pero que pronto sería diferencial respecto a sus hermanos. Comenzó muy joven, con solo 6 años. A esta edad, en la que cuesta interesar a los niños en cualquier actividad intensiva, nuestro artista se pasaba horas y horas practicando ante la mirada paciente pero seria de su padre y también la de otros guitarristas que frecuentaban por entonces el domicilio familiar, como Niño Ricardo -maestro indiscutido de la guitarra flamenca española-.

Con tan solo 14 años Paco de Lucía obtiene el Premio Internacional de Acompañamiento convocado por la Cátedra de Flamenco de Jerez de la Frontera, lo que le posibilitó hacerse un cartel en su estilo musical compartiendo escenarios, giras y primeras grabaciones con su hermano “Ramón de Algeciras”. Su proceso de aprendizaje se había consolidado en una tesitura espontánea y natural, si bien, no puede hablarse estrictamente de un guitarrista autodidacta puesto que tuvo sus maestros, pero es cierto que cultivó su formación sin estudiar Teoría Musical o Solfeo. Y ese proceso formativo fue supersónico. Tengamos en cuenta que ya con 13 años (antes de recibir el Premio de gran prestigio citado), Paco ya era un “jornalero de las seis cuerdas” puesto que fue contratado como tercer guitarrista de la compañía de ballet clásico-español de José Greco, y hace una turné en edad preadolescente por Norteamérica, Europa, África, Filipinas y Australia: un talento fuera de serie.

En estos viajes se produce una conexión fundamental en el devenir de su música, al conocer a “Sabicas” y Mario Escudero, que le sugieren y animan a que desarrolle su propio estilo y comience a componer sus propias falsetas, (melodías cortas tocadas por el guitarrista entre versos cantados o para acompañar a bailarines), consejo que el joven Paco atiende, y además incorpora una serie de recursos ideados por “Sabicas” como la alzapúa (técnica que se ejecuta íntegramente con el pulgar: rasgueo hacia abajo, otro hacia arriba y el toque de una nota suelta), o el picado en las cuerdas bajas (pulsando con índice y medio de la mano derecha sobre una cuerda y apoyándose en la otra, estilo de guitarra flamenca más dominante). Si tradicionalmente la guitarra había desempeñado un papel secundario en el flamenco a expensas del cante y del baile, con Paco de Lucía, -y ya antes en Estados Unidos con el también español “Sabicas” (Agustín Castellón)-, la guitarra flamenca da un salto cualitativo de las tabernas a las salas de Conciertos, adquiriendo la guitarra una moderna e innovadora voz propia.

Si seleccionamos entre tanta trayectoria exitosa dos momentos trascendentes que consagraron en nuestro país a Paco de Lucía, se podrían señalar, el concierto realizado en el Palau de la Música Catalana en 1970, conmemorativo del bicentenario de la muerte de Beethoven y, poco después, sería el Real en Madrid quien se rendiría ante el excepcional talento artístico del guitarrista.

Pocos años después se graban dos trabajos que son obras maestras del flamenco: “Fantasía Flamenca” en 1975, y, cómo no, “Fuente y Caudal” en el mismo año, trabajo en el que está integrada la conocidísima rumba “Entre dos aguas”, cuya audición a la vez que escribo estas líneas no pude evitar, si bien, tras escuchar sus primeras notas, tuve que concentrarme en el vídeo de su segurísima interpretación que te hiela el alma. Resulta muy instructiva la posición de su mano izquierda cuyos punteos por las cuerdas graves requieren que el pulgar de apoyo esté correctamente fijado en la parte inferior del mástil. Su mano derecha resulta ciertamente más anárquica en los parámetros de la técnica clásica, trabajando en muchas ocasiones con los dedos muy separados y con la técnica de emplear repetidamente el pulgar (alzapúa), pero obtiene un sonido más alto, más consistente en un estilo de música que lo requiere (no olvidemos que la guitarra clásica y la flamenca siendo similares tienen importantes características propias: la flamenca es un poco más pequeña, tamaño que se traslada proporcionalmente a un aro más pequeño, las maderas son diferentes, imperando el cedro y palo santo en la clásica y el abeto y ciprés en la flamenca, y las barras armónicas están colocadas de distintas maneras en cada una de estas guitarras, ambas integrantes de la llamada guitarra española).

La interpretación de Paco de Lucía de “Entre dos aguas” en 1976, rescatada de los archivos de Televisión Española, accesible en YouTube, resulta demoledora: dominio absoluto y preciso de las notas, que “dispara” desde lo más hondo de su alma sin llegar a “morder” en ningún momento el ritmo, sin apenas mirar la guitarra, con un talante elegante y distinguido que sobrecoge. La coordinación de pulsaciones y posiciones entre sus dos poderosas manos y el sentimiento que transpira su forma de tocar, como si este maravilloso instrumento fuese una parte más de su orgullosa anatomía, representa, en mi opinión, un momento estelar de su carrera como guitarrista.

Otros trabajos destacados también fueron “Almoraima” (1979) o el flamenquísimo “Caña de Azúcar” (1987).

Un momento culmen de su trayectoria musical a nivel internacional fue la impresionante gira que reunió al gran Paco de Lucía con John McLaughlin y Al Dimeola, que dejó para la posteridad el LP “Friday Night in San Francisco”.

Nuestro guitarrista alcanzó en vida su reconocimiento como referente de la guitarra flamenca, creando escuela y sello propio, disponiendo de la generosidad y humildad de dedicar parte de su tiempo a la docencia, influencia bien visible en toda una generación de “tocaores” de la misma forma que su gran amigo, el gran cantaor Camarón de la Isla, -con el que actuó tantas veces-, fue la referencia del cante para legiones de flamencos actuales.

El altísimo nivel que tuvo con la guitarra le permitió abordar con seguridad las técnicas más complejas y sumergirse en otros estilos musicales como la música clásica, grabando en 1991 una versión del Concierto de Aranjuez del Maestro Rodrigo, o la música peruana, interpretando en el trabajo “La flor de la Canela” un tema de Chabuca Granda, sin olvidarnos de sus trabajos jazzísticos en formación de septeto (flauta/saxo, bajo eléctrico y bongos, más las guitarras, voces y palmas flamencas), siendo muy interesante una curiosa aportación de Paco de Lucía al flamenco al incorporar el cajón criollo o peruano para enriquecer la percusión, dándole una consistencia que no tenían las palmas, lo que en su momento resultó revolucionario en un estilo tan plegado a tradiciones.

Paco de Lucía obtuvo entre otros muchos reconocimientos: dos premios Grammy latinos, el Premio Nacional de Guitarra de Arte Flamenco, la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes o el Premio Príncipe de Asturias de las Artes. Nos deja a cambio un total de 38 discos además de múltiples colaboraciones, y un recuerdo imborrable de su inmenso talento interpretativo del que hay secuencia amplia de documentos audiovisuales, talento inversamente proporcional a su modestia y humildad, expresado en su reconocimiento de ausencia de nociones musicales teóricas y por esa ansia de aprender, de explorar otros sonidos, otros estilos, de acercarse a la música clásica con el respeto de un principiante, pero sin dejar de correr riesgos, como él mismo decía: “Yo no pretendo descubrir nada, ni enseñar nada a nadie. Pretendo divertirme y tratar de investigar y buscar mientras sea joven y tenga las energías y las ganas de hacerlo. No quiero decir que esté en posesión de la verdad, lo que hago es correr riesgos, que es lo que todo artista verdadero debe hacer”.

Podemos decir que Paco de Lucía ha conseguido llevar el arte de la guitarra flamenca a su mayor nivel de expresión obteniendo un reconocimiento universal de este -nuestro- instrumento, que forma parte de la cultura más característica de España. Un día del invierno de 2014 nos sorprendió su muerte, siempre prematura para un genio como éste, y nos entristeció, trasladando la sensación colectiva de que se había ido uno de los referentes de nuestra generación, de nuestro país, que aún tenía mucha energía y fraseos que regalar; pero si repasamos su trayectoria profesional hizo en una vida no muy larga lo que muchos no podrían en siglos, porque en su persona se unían sus prodigiosas cualidades para tocar la guitarra con la tenacidad y sacrificio para superar todos los picos creativos conocidos en el instrumento hasta que apareció su elegante e innovadora figura: incansable en el aprendizaje, ávido de explorar estilos y técnicas, extraordinario e irrepetible artista.