Pues sí, comenzamos fuerte el año con una biografía de un guitarrista admirado en todo el mundo, el músico británico Eric Clapton, uno de los dos guitarristas -junto con Mark Knopfler- que encendieron la mecha de mi ilusión por la música y motivaron que comenzara a tocar un instrumento.

Clapton nace en Ripley (Surrey) el 30 de marzo de 1945 por lo que cumplirá en este nuevo año 74 estupendas primaveras. Comenzó a tocar -no muy convencido- en la preadolescencia cuando recibió como regalo una guitarra a sus trece años. Su interés por la música que empezaba a escuchar por la radio iba en sentido inverso a su trayectoria estudiantil, interesándose por el Blues y, especialmente, por los músicos americanos como Big Bill Broonzy, Muddy Waters, Chuck Berry o Buddy Holly, canciones radiadas que incentivaron su interés por acompañarlas con la guitarra. Comenzaba a fraguarse un extraordinario talento, del que disfrutaba su primera formación “The Roosters”, aunque por poco tiempo, ya que Eric aceptó unirse a un grupo que comenzaba a rodar y que llegaría a ser mítico: “Yardbirds”, ocupando en el circuito de pequeños clubes el lugar de Rolling Stones, éstos ya en una dimensión superior. Tampoco Clapton permanecería mucho tiempo en los Yardbirds ya que tras sacar un primer single de dirección claramente comercial, con la presión de la producción para lanzar al grupo, recibieron críticas mal encajadas por Eric, lo que determinó su abandono para comenzar a tocar con otra leyenda de la música, John Mayall, en los Bluesbreakers, corría el año 1965, es decir, con apenas 20 años ya había tocado en tres bandas, pero realmente destacaba como un excepcional intérprete en el campo del Blues.

Si pensamos en Eric Clapton resulta característica la guitarra Fender Stratocaster, como si fuera una parte más de su cuerpo, -existe un modelo de 1988 con su nombre-. Sin embargo, hasta 1968 trabajó más con guitarras Gibson. Su instrumento lo arrancaba con la potencia de los amplificadores Marshall, amplificadores de válvulas que además de lanzar los decibelios contribuyen al propio sonido. Una interesante técnica que desarrolló, tan personal como no exportable, fue la de sustituir la tercera cuerda de su guitarra (Sol) por una cuerda de banjo, lo que multiplicaba la gama de agudos en sus solos, todo potencia y emoción, además de doblar notas más sencillamente.

Sus habilidades con las seis cuerdas le valieron para generar miles de seguidores, lo que se traducía en los conciertos, en los que pedían a John Mayal (que no era precisamente manco) que dejase tocar a “Dios” un solo, y es que en clubs de todo el Reino Unido comenzaron a proliferar pintadas con el texto “Clapton es Dios”.

El carácter inquieto de Eric dio un nuevo impulso a su carrera abandonando el grupo anterior para un proyecto de gran calidad: “Cream”, en el que se agruparía con el bajista Jack Bruce y el baterista Ginger Baker, creando un trío de blues cuyos músicos tenían el respeto y consideración de los grandes del jazz, grupo que permanecería activo hasta 1968. El grupo pese a contar con 3 miembros de diferente procedencia musical: Jack de la música clásica, Ginger del jazz y Eric del Blues, logró una combinación de sinergias que le dieron un sello especial con influencia a su vez en otros estilos que estaban por llegar: los potentes riff de guitarra tocados al unísono con el bajo -del que puede ser ejemplo “Sunshine of your love” -, han sido imitados por bandas de Heavy Metal. La calidad del resultado de Cream les abrió las puertas de Estados Unidos donde actuaron en grandes auditorios, fueron los primeros en actuar en el Madison Square Garden de Nueva York, algo inusual en aquellas épocas para bandas de rock.

De nuevo Eric se aburre, incluso del éxito, y junto con el baterista de Cream y otros dos músicos se unen para formar “Blind Faith” en 1969, y seguidamente toca como acompañante de “Delaney&Bonnie and Friends”; meros pasajes de camino para formar su propia banda en 1970: “Derek and the Dominoes”. En una grabación en Miami, conectó con Duane Allman, cuyo grupo “Allman Brothers” estaba de gira, y concretaron una jazz session en el estudio, con el resultado de que, en apenas una semana, se alumbraría el material necesario para el doble álbum “Layla and Other Assorted Love Songs”. A partir de aquí, el bueno de Clapton entra en una espiral de adicción a la heroína que interrumpió durante 3 años su trayectoria, logrando resolver su adicción con una terapia de electro-acupuntura. Estamos en 1974 y aparece su trabajo “461 Boulevard” al que seguiría la gira pertinente.

Mi contacto con la música de Eric Clapton resultó retrospectivo ya que comencé a escucharlo en 1988 tras ver por televisión el famoso concierto celebrado en Wembley en demanda de la excarcelación de Nelson Mandela (por aquel entonces llevaba en prisión 25 años y aún tuvo que esperar dos años más para recuperar su libertad). La intervención de Clapton fue en la parte final del concierto junto con la banda Dire Straits que en aquellos momentos se encontraba en la cima del éxito. Una anécdota que recuerdo perfectamente fue que haciendo un solo en la famosa canción de los Dire “Money for Nothing” se le rompió una cuerda y, claro, como las canciones de Knopfler duran lo suyo tuvo tiempo a terminarla con la guitarra ya ajustada, eso sí, con la mirada entre cómplice y bromista, de Mark.

Esa gran noche tuve la suerte de escuchar por primera vez su canción “Wonderful Tonight”, que literalmente me encandiló, y ya dejé de verlo como alguien que acompañó puntualmente a los Dire Straits para comenzar a interesarme por su discografía, que pude conocer más detalladamente por un concierto que retransmitió la Televisión Pública Española en 1989, descubriendo otras canciones como “Layla”, “I Shot the Sheriff”, “Let it Rain” o “Lay Down Sally”, y ya a principios de los noventa con su recordada canción “Tears in Heaven”, que compuso con Will Jennings en homenaje a su pequeño hijo fallecido accidentalmente al precipitarse desde un rascacielos en Manhattan. Integrada en el álbum “Unplugged” (1992) fue premiada como mejor canción de rock del año. A partir de aquí me regocijaba más en la audición de sus viejos éxitos que en descubrir sus nuevas canciones, pero siempre ha sido para mí un auténtico referente del instrumento.

Además de los discos grabados con las formaciones citadas, Eric Clapton tiene más de 30 discos en solitario y ha puesto música a más de 25 películas, con 16 Grammys obtenidos, permaneciendo en activo porque los viejos rockeros no se retiran nunca aunque con la dosificación que el “general” tiempo y la “diosa” salud requieren. Es posible que ahora que Clapton tiene más tiempo para repasar su trayectoria, en algún momento se pregunte cuántos guitarristas lo son precisamente porque un día lo vieron tocar o se enamoraron del sonido Fender con sus solos, una guitarra más aseada que una Les Paul pero tocada por un genio salvaje.