Esta noche voy a recordar a un compositor y guitarrista del Romanticismo, Mauro Giuliani, nacido en Biscaglie en 1781 y fallecido en Napolés en 1829, cuyos estudios y obras han integrado buena parte de los planes de estudio de guitarra clásica en el mundo entero.

Mi experiencia personal como estudiante me traslada ineludiblemente a recordar dos exámenes en los que tuve que interpretar alguna de sus obras, en uno de los casos por ser la obra obligada del curso segundo del grado elemental y en el otro por haber sido una de las obras del programa de sexto del grado profesional que el Tribunal tuvo a bien elegir. La obra obligada de segundo resultaba ciertamente difícil para ese curso, hablamos de “La Mariposa” op.30-(50), y, en concreto del número 25 de dicha composición, partitura de compás binario y subdivisión ternaria, con abundantes adornos de difícil ejecución sin comprometer el ritmo como los mordentes, además de manejar escalas en la práctica totalidad del mástil. La otra experiencia, en el examen de sexto, fueron “Las Variaciones sobre las Folias de España” (un total de cinco), con pasajes muy variados, algunos de gran dificultad de ejecutar y sobre todo de articular con los matices indicados. En cualquier caso, es un recuerdo agradable puesto que los exámenes fueron superados y, en particular, este último me habilitó el título profesional de instrumento, y seguramente cualquier otro colega de guitarra clásica estaría de acuerdo conmigo que las variaciones con su dificultad eran más asequibles que, por ejemplo, la Fuga de Bach, que igualmente integraba el programa.

Se trata de un compositor prolífico, que compuso más de 150 números de Opus, conciertos para guitarra y orquesta, para guitarra, flauta y violín, para violín, violoncelo y guitarra, piano y guitarra, además de voz y guitarra o incluso para dos guitarras. Especialmente fructífera fue su larga estancia en Viena a principios del Siglo XIX.

Buenos exponentes de su obra son los Manuales “Scelta Di Studi Per Chitarra”, Edicioni Zuvini Zerboni-Milano de 1987, con 80 trabajos, revisados y digitados por Ruggero Chiesa, obras que van progresivamente aumentando su dificultad técnica. Todos son muy recomendables pero, hablando en presente, he disfrutado mucho en esta misma tarde interpretando el número 27; también quiero destacar el Libro “La Mariposa” Op.30-(50), integrada por 32 trabajos, entre los cuales está, al número 25, la obra obligada de segundo a la que me referí anteriormente.

Me gustaría destacar que resulta sencillo recordar la correcta colocación de la mano izquierda cuando se manejan obras de este autor dado que la combinación al unísono de bajos pulsados con mordentes y ligados en las notas agudas, junto con muchos arpegios de las cuerdas graves, requiere una colocación correcta de la mano zurda que permita estirar los dedos en su máxima amplitud.

En definitiva, este autor nos deja un gran legado de música solista y de cámara, y además de ser reconocido en su tiempo como un virtuoso de la guitarra, su instrumento inicial fue el violoncelo y también estudió violín antes de sumergirse en la cuerda pulsada. Seguro que merecerá la pena explorar sus variadas composiciones para música de cámara, en un período en el que junto con Paganini pudieron en alguna medida mantener la brillante tradición instrumental italiana en una época en la que la Ópera tenía un mayor protagonismo.