Muchas sombras escoltan la vida de este laudista italiano. Nace en Milán en 1490 y fallece en esta misma ciudad en 1563, si bien, su fecha de óbito no es un dato acreditado. En torno a 1531 se sabe que tocaba al servicio del Rey de Francia, Francisco I, publicando en 1536 en su ciudad natal buena parte de sus composiciones para laúd entre las cuales están las dos a las que me referiré seguidamente.

Mi contacto con su música no fue, en este caso, por un programa académico. Finalizado el grado medio, llegó a mis manos, gracias a mi profesor de 6º de instrumento, Carlos Feijoo Alonso, una Antología Di Musica Antica, Edicioni Suvini Zerboni-Milano, -a la que me referí en la reciente incursión en la biografía del compositor Robert Johnson-, para disfrutar sin exámenes ni pruebas una música diferente, agradable y precursora de todo cuanto vino después. Se trata de 3 volúmenes de música renacentista integrada por 39 obras de 16 autores, en un período en el que llegué a pensar en especializarme en la música de esta época. Como explica el autor de todas las transcripciones, Ruggero Chiesa, la afinación de la guitarra se modifica en la tercera cuerda al descender un semitono de Sol a #Fa, en orden a una mayor fidelidad tímbrica con las composiciones originales escritas para laúd y vihuela.

Las dos obras que voy a destacar de Pietro Paulo son: “Peschatore che va cantando” y “Saltarello de la Preditta”, ambas publicadas en Milán en 1536.

La primera es un compás ternario de subdivisión binaria, un 3 por 2, si bien, junto a la armadura se cifra únicamente un 3 (bastante común en las partituras o tablaturas renacentistas), la tonalidad es Mi menor y las alteraciones accidentales son bien previsibles en los grados sexto y séptimo (#do y #re) al aproximarse a la tónica, con alguna inclusión del #Sol empastando seguidamente con la nota superior como modulación puntual al tono cercano de La menor. La métrica es simple, estribando la mayor dificultad en ejecutar la partitura a la velocidad propuesta (112 blancas por minuto, teniendo en cuenta que hay mucha subdivisión en negras), si bien, la digitación no tiene una especial dificultad técnica.

La segunda obra, “Saltarello de la Preditta” es, para mi gusto, la obra renacentista transcrita para guitarra clásica más bonita de la época. Escrita en Mi mayor , en 3/2 , el juego de escalas ascendentes y descendentes, sin apenas intervalos o saltos facilita una ejecución precisa como requiere el tempo proyectado de 152 blancas por minuto, ciertamente muy vivo, que quizás resulta un tanto antagonista con una época en la que todo iba mucho más despacio; afortunadamente hablamos de una pieza que si se ralentiza se aprovecha de otra forma y, aunque distinta, su hábil conjunción de escalas y bordones graves siempre resulta impactante. La rítmica es simple y las alteraciones accidentales puntuales que como Re becuadro nos trasladan por momentos al tono cercano de La mayor, con una furtiva aparición de Si menor al alterar la nota inferior #La, como puntual sensible de Si, alteración que desaparece rápidamente en el compás siguiente. Obra ésta muy recomendable, no tiene una gran exigencia técnica, y desprende toda la autenticidad de una música que te transporta sin nota de adorno alguno a los albores de la Era Moderna, en la que quizás la música popular y culta estaban más entrelazadas que con posterioridad.

Hablamos de un compositor, que pese a los pocos datos biográficos que se conservan, cuenta con una extensa obra, incluyendo composiciones para dos laudes, estando recopiladas tres colecciones: la de Milán de 1536 -en la que se integran las obras antes comentadas-, además de las de 1546 y 1548, ambas publicadas en Venecia, que incluyen fantasías, tocatas, danzas y arreglos vocales, accesibles a todos cuantos queramos rescatar su música para disfrute personal o compartido, casi cinco centurias después.