En esta ocasión, en tarde de entrega de los Premios Princesa de Asturias, quiero ocupar unas líneas sobre este guitarrista y compositor del siglo XIX, Napoleón Coste, cuyos estudios son bien conocidos y reconocidos en el ámbito de la docencia y aprendizaje de la Guitarra Clásica. Nuestro protagonista de hoy nace en Amondans, Doubs (Francia) en 1805, en pleno auge del Imperio de Napoleón I, -lo que explica fácilmente la elección de su nombre de pila por parte de sus padres-, falleciendo en 1883, por lo que desarrolla su vida en una época trepidante en cambios sociales e industriales con indudable repercusión en las artes.

La llama del interés por la guitarra fue prendida por su madre, quien la ejecutaba con destreza, y que además le enseñó a tocar el instrumento, no tardando mucho tiempo en convertirse en un maestro en el sentido genial del término desde su tierna juventud, demostrando pública y notoriamente sus capacidades técnicas e indudable talento interpretativo en múltiples conciertos que pudieron disfrutar sus contemporáneos franceses. No es casualidad que me ocupe de Napoleón Coste, seguidamente de nuestro gran Fernando Sor, puesto que en 1829 Napoleón se traslada a París y recibe las clases de un veterano Sor (contaba por entonces 51 años, y como apuntamos en su biografía, residía en la capital francesa tras la restauración borbónica en España, país al que ya no regresaría nunca más). La habilidad y capacidad de aprendizaje de Coste con un profesor tan reputado como Fernando Sor precipitó su reconocimiento como el guitarrista francés más considerado.

Sus trabajos como compositor son igualmente sobresalientes, llamando la atención a los que vivimos en este siglo XXI actual que tuviese que autoproducir la impresión de sus partituras, al no encontrar ningún editor que lo hiciera pese a su condición de guitarrista más relevante del país (ciertamente todo es más sencillo hoy, ya que con la tecnología actual resulta relativamente fácil  publicar un trabajo impreso o digital; otra cosa, evidentemente, es hacerlo llegar a los seguidores y, lo que es más difícil, conmover y perpetuar entre ellos).

Todas las vidas personales y profesionales se exponen a momentos decisivos que mediatizan su progresión. En el caso de Napoleón Coste, siendo ya un hombre de cierta edad, a los 58 años, sufre un accidente con resultado de fractura de un brazo que trunca de forma definitiva su carrera como concertista. Pudo haber sido también su final como músico o, quién sabe, si su propio final como persona; sin embargo, Coste eligió seguir, no se rindió, contrató un asistente y se sumergió en la docencia y composición, que desarrollaría durante los últimos veinte años de su vida. Ciertamente, desde aquí, en el siglo XXI, es ese el legado que nos deja Coste al no haber sido contemporáneos de sus conciertos (no cambiaría desde luego mi siglo por el XIX pero si tuviera una máquina selectiva del tiempo es seguro que me sentaría furtivamente durante varias horas a escucharlo).

Como buen pupilo y generosa persona, Napoleón Coste publicó el Método para Guitarra de su profesor Fernando Sor, a la muerte de éste (en 1839, diez años después de dar las primeras clases a Coste), redigitado y aumentado, dato que he conocido recientemente, y explica que exista un manual al que luego me referiré con partituras de ambos genios de la guitarra.

Mi conocimiento de la música de Coste se produce entre los cursos segundo y quinto de guitarra clásica. Todos los estudios de Coste que integraban los programas de mi época (años noventa) se encuentran en el manual “Veinticinco estudios para Guitarra” N. Coste Op. 38, de la Editorial Unión Musical Española revisados, cómo no, por el gran R. Sainz de la Maza (Burgos 1896-Madrid 1981). La primera toma de contacto en grado elemental fue el estudio 6, un Alegretto en Do mayor en compás ternario de subdivisión binaria, con interesantes estructuras armónicas representadas en acordes no habituales para el profano pero llenos de musicalidad, y completados con notas de adorno amén de alteraciones accidentales que dan un resultados novedoso y agradable de escuchar. Como ocurre en buena parte de los métodos de instrumentos musicales, la complejidad avanza proporcionalmente a la ascensión numeral, enfrentándonos después (ya en el grado medio o profesional), con estudios como el número 14, un alegro de compás y subdivisión binarios con gran cantidad de tresillos que transforman rítmicamente el estudio, unidos a figuras rítmicas finas de ejecutar a tiempo, como son los grupos de tresillos de semicorcheas anudados a semicorchea con puntillo y fusa (que integrarían una de las cuatro partes del compás de 4/4), que complican seriamente una ejecución correcta y representativa de la partitura del autor. Y seguimos avanzando hacia el estudio 17, éste ya un Cantabile binario pero de subdivisión ternaria (6/8), cuya inferior complejidad rítmica se compensa en dificultad con el recorrido de cejillas por los siete primeros trastes del diapasón; para finalmente concluir en el estudio 24 (de quinto de guitarra) un Agitato en 2/4, de menor dificultad rítmica pero con una combinación de graves y agudos en ocasiones compleja técnicamente, con ligaduras y alteraciones accidentales que integran este cuadro compositivo.

Esta semana, con la convicción de que escribiría sobre Coste, quise descubrir alguna obra nueva y me decanté por probar a leer la última del manual (el estudio 25), titulado “Tarantelle”, un Allegro diferente con subdivisión ternaria, que se desarrolla por las notas más agudas del mástil y que por su estabilidad rítmica y sonidos menos habituales, perfectamente ensamblados, recomiendo a cualquier guitarrista clásico medio que no haya descubierto aún este trabajo.

Como antes apunté, también tengo otro manual titulado “Scelta de Studi per Chitarra”, Nuova Edizione, revisado y digitado por Ruggero Chiesa, Edizioni Suvini-Zerboni-Milano, al que ya me referí en la biografía precedente de Fernando Sor, puesto que integra obras de ambos autores, y seguramente se corresponderá con el Método de Fernando Sor que su pupilo Napoleón Coste publicó a la muerte de aquél introduciendo también obras propias, que son bastante interesantes para practicar digitación, si bien tienen una menor dificultad que las aquí analizadas. Del libro compartido destacaría por su agradable sonido los estudios 46 y 57 en cuya ejecución reincidí esta misma mañana en unos minutos que rescaté antes de comenzar la jornada laboral.

Napoleón Coste ha pasado a la historia de la guitarra no sólo como un excepcional intérprete solista y gran compositor, con un extenso catálogo de trabajos, sino también como un ejemplar docente divulgativo de la cuerda pulsada, contribuyendo al igual que Fernando Sor o Dionisio Aguado, entre otros, a colocar la guitarra en un estatus musical más reconocido que entonces, teniendo además la inquietud de interpretar en guitarras no convencionales (de siete cuerdas), y haciendo un trabajo impagable y dificultoso como la transcripción de partituras del siglo XVII, escritas en tablatura, que son trasladadas al solfeo actual y universal. Quién sabe si la fractura de su brazo, que cerró su carrera como guitarrista, pudo haber contribuido a explorar en mejor medida los campos de composición y transcripción al tener que cambiar de registro, regalo universal e intemporal para los amantes de la guitarra que le agradecemos cada vez que leemos -instrumento en mano- alguna de sus obras.