Hoy me voy a referir al compositor y guitarrista brasileño Juan Pernambuco, nacido en Jatoba (Petrolandia, estado de Pernambuco) en 1883 y fallecido en Río de Janeiro en 1947, por lo que desarrolló la mayor parte de su carrera músical en la primera mitad del siglo pasado. Músico hecho a sí mismo, sus primeras influencias fueron de cantantes y guitarristas en Recife -lugar al que se trasladó la familia al fallecer su padre y rehacer su madre su vida afectiva-, y seguidamente en Río de Janeiro. El estilo musical predominante en Brasil del sertanejo -más popular que la propia samba- era la raíz formativa de guitarristas y cantantes que le servían de inspiración, estilo musical que tiene prácticamente un centenar de años cuyas fuentes encontramos en los campos de Brasil. Trabajó en muchos ámbitos extra musicales en su juventud: en una fundición, sirviente, herrero, etc; si bien siempre encontraba momentos para cantar piezas de su tierra, lo que le nominó con el apodo de Juan de Pernambuco, pese a que su nombre y apellido reales eran Juan Carlos Guimaraes.

Mi conexión con este compositor va de la mano de su obra titulada “CHOROS”, pieza hermosa y diferente que tuve el privilegio de estudiar en el grado medio de la carrera de guitarra clásica. Hablamos de un compás binario (2/4) de subdivisión binaria escrito en Re mayor que modula a Sol Mayor en la mitad de la composición, para regresar al tono base, si bien, como veremos, las alteraciones accidentales son comunes sin llegar a consolidar otras tonalidades. En la primera fase (luego repetida para finalizar la pieza) nos encontramos puntualmente becuadros que neutralizan las dos alteraciones de Re mayor (Fa y Do) además de encontrarnos ante un cierto cromatismo en el que se llega a alterar medio tono a la propia tónica en una sucesión ascendente de semicorcheas para inmediatamente secuenciar el dibujo descendente bajando medio tono al grado superdominante (Si b) tras pasar por él. En la segunda parte , dentro de la modulación en Sol Mayor, también encontramos alteraciones peculiares de efecto disonante como aumentar medio tono a la dominante (#Re , localizando también dibujos melódicos descendentes cromáticos con la propia tónica alterada (en este caso #Sol), para seguir directamente a la tónica sin alterar, terminando esta segunda parte con arpegios en los que se integran puntualmente alteraciones para completar los acordes mayores en sus grados mediante y dominante desde diferentes tónicas, como ocurre con el acorde arpegiado de Mi bemol Mayor, alterando además de la nota base la dominante de Mib (Sib), finalizando esta segunda parte en cadencia perfecta: dominante-tónica (Re-sol), enlazando a continuación con la repetición del tema principal en Re Mayor.

La rítmica no es compleja más allá de un inicio en anacrusa, y la ejecución de una apoyatura breve y otra doble, máxime porque el tempo calificado como “Comodo” hace honor a su nombre y se traduce en 72 negras por minuto (teniendo en cuenta que la figura más pequeña es la semicorchea), siendo su dificultad técnica menor. La gran peculiaridad que la obra representó para mí fue el descubrimiento de una nueva afinación consistente en bajar un tono al bordón superior, pasando de Mi grave de la sexta cuerda a Re, afinación más común en todos los estilos musicales de lo que pudiera pensarse (y que permite, por ejemplo, en la música moderna popular rasgar el acorde de Re mayor desde la sexta cuerda en lugar desde la cuarta o quinta). Al igual que ocurre con otras afinaciones del instrumento como la propia del Renacimiento en la que, recordemos, se rebajaba medio tono a la tercera cuerda pasando de Sol a #Fa, la lectura de la partitura se traducirá en una variación de acordes y escalas que comprometan la sexta cuerda, cuyas notas requerirán diferente fijación.

La composición “Choros”, desprende el colorido de Iberoamérica, y pese a su título transmite más alegría que “saudade”, el gusto de compartir se impone al intimismo, y el baile reina sobre la “timidez expectante”.

Obra ésta muy recomendable para todos los guitarristas que tengan unos conocimientos básicos, que explora una afinación diferente y suena muy ajena a la música clásica académica, pero estupendamente bien, tratándose de una pieza que amplía el repertorio no sólo en cantidad sino en “cualidad”.

Y es que no es Juan Pernambuco un guitarrista cualquiera. Junto con Quincas Laranjeiras y Levino Albano de Conceiçao integran la Santa Trinidad de los precursores de la guitarra brasileña. Además de la guitarra, que tocaba con maestría y con la que desarrolló una técnica personal, también interpretaba la viola y era un cantante notable. Compuso más de cien canciones de Choro (“Chorinho”: música popular brasileña centenaria, de ritmo agitado y alegre, de ejecución difícil por su improvisación y que requiere técnica y dominio del intrumento), además de valses, preludios, estudios , melodías, etc, siendo su obra guitarrista de tal densidad y profundidad que Villa-Lobos -guitarrista brasileño de su época al que en otra jornada nos referiremos- llegó a decir que ni el mismísimo Bach se podría avergonzar de firmar como propios algunos de los estudios de Juan Pernambuco.

Curiosamente su canción más exitosa “Moonlight Hinterland”compuesta en 1911 no está acreditada ya que su letrista, Catulo da Paixao Cearense, se presentó como único autor, si bien parece justificarse por testimonios de una época no tan lejana que nuestro guitarrista, Juan Pernambuco, la interpretó en público antes de que su socio le pusiera letra. En cualquier caso, aunque no tengamos certeza de tal composición común seguro que a ninguno de los dos les molestaría incrementar su fama como coautores, uno de la letra y otro de la música, de una canción célebre que tantas y tantas veces interpretaron en reuniones de la alta sociedad carioca.