Esta tarde de septiembre voy a poner en valor a un músico cubano sobradamente conocido para todos los que hemos estudiado Guitarra Clásica: Flores Chaviano Jiménez.

Nace el 10 de diciembre de 1946 en Caibarién (Villa Clara, Cuba), comenzando sus estudios de guitarra en su localidad de origen para posteriormente desarrollarlos en la Escuela Nacional de Arte de La Habana, ganando el primer premio del Concurso Nacional de Guitarra de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. Realiza igualmente estudios de composición en el Instituto Superior de Artes. En 1981, ya con una sólida formación musical, se traslada a España y estudia en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid con el profesor Demetrio Ballesteros.

Flores Chaviano ha desarrollado una importante carrera como guitarrista de estilo contemporáneo dando conciertos por todo el mundo -en ocasiones acompañado por una orquesta sinfónica-, destacando presentaciones tan destacadas como la del Lincoln Center de Nueva York, Kennedy Center de Washington, Teatro Real de Madrid, Círculo de Bellas Artes, etc.; además de participar en destacados Festivales internacionales de guitarra.

Como avanzamos, Flores Chaviano también es un destacado y prestigioso compositor y está considerado como uno de los más importantes creadores cubanos. Su catálogo es muy denso y heterogéneo, incluyendo obras para diversos conjuntos instrumentales: coro, ballet, orquesta sinfónica, guitarra sola, etc.; habiendo sido ejecutadas por prestigiosas orquestas sinfónicas y conjuntos de cámara: entre otros, el cuarteto “Entrequatre” de Asturias, siendo uno de sus integrantes el Catedrático de Guitarra del Conservatorio Superior de Música de Oviedo, Roberto Martínez Vigil-Escalera, profesor que presidió mis exámenes en los cambios de grado de elemental a medio (3º) y en el curso final profesional (6º).

Nos encontramos con un auténtico “todoterreno” musical toda vez que además de ser compositor y brillante guitarrista es Director de Orquesta además de exhibir todo “su músculo” de talento y conocimientos como profesor. En su faceta de Director ha participado activa y decisivamente en la creación de varias agrupaciones musicales y corales (buena parte de ellas en nuestro país), siendo fundador del Festival Andrés Segovia “in Memoriam” y organizador del Festival Internacional de Guitarra de Ponferrada. Por su parte, su labor docente es extensa, no solamente como profesor en diferentes Conservatorios e Instituciones de su Cuba natal sino también como divulgador de formación contemporánea de guitarra en diferentes Cursos, Cátedras y Universidades. Actualmente tenemos la inmensa fortuna de contar con esta Leyenda de la guitarra moderna como profesor en el Conservatorio Profesional Federico Moreno Torroba de Madrid.

Mi contacto con sus partituras se produjo desde mis inicios como estudiante, puesto que formaban parte del programa de los tres primeros cursos del grado elemental de guitarra clásica, siendo incluso obras obligadas de alguno de ellos. En concreto, la obligada del primer curso era su composición “Articulaciones” una breve pieza de compás ternario y subdivisión binaria, en tempo moderato, con una buena gama de acentos y ligaduras de expresión, en tono de La menor, con alteraciones accidentales tendentes a la atonalidad, como buena piedra de toque para experimentar en los sonidos de la guitarra clásica moderna. Sin embargo, de este primer curso quiero recordar otra de sus obras titulada “Cantabile”, con compás de 4/4 y subdivisión binaria, integrada solo por negras y blancas con un estilo simple y lineal, agradecido a la ejecución, sin alteraciones, en un tempo igualmente moderado, con tono de La menor; siendo una pieza con una melodía reconocible y tonal, tan triste y nostálgica como hermosa (obra ésta dedicada al citado Catedrático de Oviedo, D. Roberto Martínez Vigil-Escalera, miembro del cuarteto Entrequatre, con el que Chaviano tiene una estrecha y fructífera relación profesional).

Igualmente quiero destacar su “Son Nº1”, dedicado a su esposa Ana, de compás binario (2/4) y subdivisión binaria pero con un ritmo más complejo y envolvente, nuevamente en modo menor de La, con una armonía moderna incompatible, en este caso, con “excentricidades” atonales, como ocurre en tantas composiciones contemporáneas. Esta obra corta apenas tiene matices expresivos y revisando la partitura compruebo las atinadas anotaciones de mi profesora por aquel entonces, Soledad Feijoo, en 3 compases intermedios sobre los que plasma un retardando perfectamente compatible con un regulador ascendente de sonido de la propia partitura.

Pero todas las rosas tienen espinas, en el segundo curso cuesta sacarle partido a su composición -ya de por sí premonitoria- “Bartokiana”, con una sencilla estructura rítmica que rivaliza con la complejidad de una armonía repleta de alteraciones accidentales maridadas con abundante material expresivo. Quizá pueda ser este el quid de la cuestión ya que la correcta ejecución expresiva de obras como éstas bien pueden arrojar un resultado más redondo o satisfactorio, pero resulta difícil cuando uno se inicia en la guitarra clásica tomar partido por obras tan disonantes como ésta en detrimento de tantas obras clásicas compuestas en otras épocas pero muy agradecidas de escuchar; sin embargo, en este curso Chaviano “nos regala” una obra preciosa titulada “Cubanita”, en tempo alegretto, muy agradable de tocar y de escuchar, en la que se aprecia un estilo moderno enraizado con la tradición cubana. Es cierto que también se perciben combinaciones de notas inquietantes o misteriosas pero, a diferencia de la “Bartokiana”, resultan a mi juicio muy acertadamente combinadas con los episodios melódicos más tonales de buena parte de esta obra.

Las obras de guitarra de Chaviano están entre las más valoradas del repertorio guitarrístico actual, y así se reconoce en los programas de estudios de los Conservatorios, colocando su obra “Quasi una canción” como obligada del último año del grado elemental, -examen cuya superación permitía acceder al grado profesional-, incluyendo además en el programa de este curso su “Canción Simple”, obras estas dos de mayor dificultad rítmica y expresiva que las anteriores, con una compleja estructura armónica y con abundantes alteraciones accidentales. Resulta curioso que todas estas obras tienen en común, -dentro de sus notables diferencias-, que ninguna parte de alteraciones en la armadura con lo que el autor juega con las accidentales complicando en gran medida la determinación tonal dentro de un predominio modal menor.

En definitiva, dentro de su faceta compositiva, Flores Chaviano es un referente en los estudios reglados de Guitarra Clásica, teniendo el inmenso privilegio -a diferencia de buena parte de los compositores antiguos, bárrocos, clásicos o románticos-, que ha alumbrado sus obras a la vez que se han integrado en los programas de estudios, siendo un compositor universal que puede percibir y enorgullecerse de que sus trabajos unen a todos cuantos hemos tenido la suerte de poder cursar estudios de guitarra, siendo un referente necesario y ameno del estilo contemporáneo, que no podemos olvidar que, pese al placer de revisar los clásicos, este estilo moderno es el que nos toca vivir y el que se ha gestado y desarrollado a la par que nuestras vidas, además de que su ejecución tendrá una autenticidad más relevante (con el gran compositor vivo y en activo, -ojalá que muchos años-, en la era de las grabaciones digitales) que cualquier interpretación de música antigua sobre la que desgraciadamente carecemos de parámetros más objetivos para determinar en realidad su sonido y su representación pública.